En México, no se cumplen las leyes; metafóricamente hablando: quien no la burla, la viola, la interpreta a conveniencia o la compra. Desde cualquier posición social, muchos intentan torcerla.
La realidad demuestra, por ejemplo, que se conduce con exceso de velocidad, en sentido contrario, con celular en mano y sin reglas de civilidad, pues en materia de tránsito prevalece la subcultura de lo sobornable, lo corruptible y la ilegalidad cotidiana.
Sin embargo, en materia de procuración de justicia, la cosa se agrava aún más.
Quizá por ello y ante el contexto de sobrada impunidad, el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, reconoció públicamente la separación entre quienes deben aplicar la ley y la sociedad, por falta de confianza en la autoridad.
Recientemente, en Estados Unidos, nuestro Procurador federal habló de la necesidad de transformar a la PGR porque, dijo, fue rebasada por sus propias estructuras: se le utilizó como policía política para los gobernantes en turno, y -añadiríamos- se le usa como herramienta de control político.
México ha querido fortalecer su diversidad normativa, principalmente, a nivel formal, con el fin de garantizar un manejo racional del ejercicio del poder público.
Pero algo anda mal: ahí están los casos de los altos mandos del Ejército exonerados porque las acusaciones penales en su contra resultaron infundadas.
Además, hoy se desliza la versión de que anteriores mandos de la PGR lucraban con millonarias recompensas por la supuesta captura de capos del crimen organizado.
¿La PGR es ejemplo intachable del sistema de justicia penal? ¿Los titulares del sistema de procuración de justicia, responsables de investigar y perseguir los delitos, cumplen cabal y sistemáticamente la ley? ¿Las falsas expectativas y la profunda decadencia de justicia serán síntomas de la grave enfermedad de nuestro vulnerable Estado de Derecho?
Hacia una nueva procuración de justicia
Para poner remedio al caos institucional, Murillo Karam anunció una reestructuración de la PGR, a sabiendas de los innumerables intentos que sus predecesores en el cargo plantearon.
Habló, por ejemplo, de reclutar en las universidades del país a los nuevos servidores públicos de la dependencia, ante la necesidad de un cambio de mentalidad.
El Procurador heredó una PGR sin pies ni cabeza, pero con las manos sueltas, lo que resulta muy dañino, porque ninguna armónica gobernabilidad podrá concretarse sin una verdadera reinstitucionalización, como única vía para lograr cambios significativos de fondo y forma.
Es a través de la gobernanza que, como sociedad, podremos presionar para que la vinculación del poder público y privado, al Derecho, sea cada vez más contundente. Apostemos a la cultura de la legalidad y a la racionalidad jurídica, pues México no soportará más su doble moral.
Es necesario destacar el rol del actual Procurador federal y su equipo de subprocuradores, para erigirse como referentes en el ejercicio del nuevo modelo de procuración de justicia.
La inminente entrada en vigor del sistema de justicia penal acusatorio y la eventual unificación de la legislación penal a nivel nacional serán la oportunidad para no defraudar la confianza ciudadana y transformar la PGR.
Carlos Requena
Derecho Reservado – El Economista
https://eleconomista.com.mx/columnas/columna-especial-politica/2013/09/22/pgr-adonde-vamos-parar