En el contexto actual la seguridad, como concepto, merece inmensa atención por la complejidad del fenómeno de la criminalidad. Existen muchas acepciones al concepto de seguridad. Una de ellas es la “seguridad humana” que implica esencialmente que las personas tienen derecho a vivir libres de temor.
Por ello, es necesario que se le incorporen las amenazas o riesgos violentos con fuerte tinte no militar, generados esencialmente por la Delincuencia Organizada. Recordemos que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha promovido la adopción del concepto más integral como “seguridad humana”. Como resultado, la Declaración sobre Seguridad en las Américas emanada de la Conferencia Especial sobre Seguridad, celebrada en México en 2003, marcó el proceso de reflexión del panorama de la seguridad en la región.
En el caso de México las amenazas, preocupaciones y terribles desafíos a su “seguridad interior” son problemas graves y dañinos para sus habitantes que requieren respuestas urgentes por parte de las autoridades gubernamentales, más allá de la atención que están adoptando, por sí mismas, las distintas organizaciones de la sociedad civil. Lo cierto es que las constantes amenazas, extorsiones, delitos y violencia generalizada están ahogando y aniquilando a la convivencia, la cual está dañada también por la radical polarización social que han promovido o tolerado muchos políticos y gobernantes.
LEY NACIONAL: LETRA MUERTA
Por su parte, la “seguridad pública”, en términos constitucionales, es un deber y función del Estado Mexicano a cargo de la Federación, los estados y los Municipios, cuyos fines son “salvaguardar la vida, las libertades, la integridad y el patrimonio de las personas, así como contribuir a la generación y preservación del orden público y la paz social”, de conformidad con lo previsto en la propia Constitución de México y las leyes aplicables. La seguridad pública comprende la prevención, investigación y persecución de los delitos, así como la sanción de las infracciones administrativas, en las respectivas competencias. Legalmente la actuación de las instituciones de seguridad pública supuestamente debe regirse por los principios de legalidad, objetividad, eficiencia, profesionalismo, honradez y respeto a los derechos humanos. Sin embargo, es evidente que tales fines y objetivos son meramente normativos e inspiracionales, muy alejados de la realidad actual en México.
La situación o fenómeno de la criminalidad y la violencia a lo largo y ancho del país se ha complejizado y agravado, rebasando las capacidades institucionales de seguridad pública y de protección que deberían brindar el Estado y las autoridades de todos los niveles de gobierno. En consecuencia, también se dificulta y limita la capacidad de autoprotección de las personas individuales y las propias empresas. Datos generalizados permiten suponer que la situación de inseguridad continuará, o incluso se agravará, por la poderosa influencia y presencia de grupos de la Delincuencia Organizada en las regiones y zonas de México. Por lo tanto, la “inseguridad ciudadana” empeora la calidad de vida de los habitantes y obstaculiza la productividad de las empresas y, asimismo, mantiene a todos en un estado constante de zozobra, miedo o temor insuperable y permanente.
DECLARACIÓN SOBRE SEGURIDAD EN LAS AMÉRICAS
México fue sede y parte integrante de esta importante declaración. Sin embargo, hoy en día la democracia representativa se está deteriorando, casi extinguiendo, por múltiples factores, entre ellos la inseguridad y la violencia. Esa democracia representativa es una condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo del Estado. Pero lo paradójico es que, a pesar de las leyes y la subordinación supuestamente constitucional de todas las instituciones del Estado en favor de la autoridad civil, hoy están bajo el mando militar. Y, aunque damos un voto de confianza a las fuerzas militares, lo cierto es que debería ser la autoridad civil, legalmente constituida y capacitada, la que impusiera los valores fundamentales para contribuir a la estabilidad y la paz en México.
Se reconoce que la seguridad de los Estados, incluido México, se ve afectada, en diferente forma, por amenazas tradicionales y no tradicionales. Tales amenazas, preocupaciones y desafíos son el terrorismo, la delincuencia organizada nacional y transnacional, el problema mundial de las drogas; la corrupción, el lavado de activos, el tráfico ilícito de armas y las conexiones entre ellos; la pobreza extrema y la exclusión social de amplios sectores de la población, que también afectan la estabilidad y la democracia (la pobreza extrema erosiona la cohesión social y vulnera la seguridad del Estado); los desastres naturales y los de origen humano; la inseguridad en el transporte de personas y mercancías; el terrible y acelerado deterioro del ambiente; los ataques a la seguridad cibernética; la posibilidad de que surjan daños por accidentes o incidentes durante el transporte marítimo de materiales potencialmente peligrosos, incluidos el petróleo, material radioactivo y desechos tóxicos; y la posibilidad del acceso, posesión y uso de armas o virus de destrucción masiva.
DAÑOS IRREPARABLES
No es suficiente decir discursos o proyectar iniciativas legales haciendo hincapié en la necesidad de redoblar los esfuerzos supuestamente emprendidos, ni echar culpas ajenas. No es suficiente el compromiso de combatir a la delincuencia dizque fortaleciendo el marco jurídico interno, el endeble estado de derecho y la cooperación institucional nacional o multilateral. El tiempo ya se terminó… No es posible ni viable seguir normalizando a la violencia generalizada. No es posible ni viable continuar normalizando a la dañina polarización social. El tiempo ya se terminó… No basta con condenar la delincuencia organizada nacional o transnacional porque notoriamente sigue atentando contra las débiles instituciones del Estado, causando efectos nocivos sobre nuestra sociedad. Nótese que los daños están siendo gravísimos e irreparables.
EL TIEMPO SE TERMINÓ…
Reafirmemos y desarrollemos una cultura de seguridad humana, en la que los honestos ciudadanos y habitantes adopten medidas de prevención eficaces para tratar y responder a los tóxicos gobernantes y nefastos políticos, esos que solo buscan su bienestar egoísta a costa de la destrucción del tejido social, de lesionar a generaciones enteras y de promover la inseguridad interior, sea por sus acciones u omisiones.
Solo a través de fortalecer una cultura democrática real y vivencial, reforzando la participación de la sociedad civil en la consideración, elaboración y aplicación del voto ciudadano, será posible exigir nuevos enfoques nacionales y multidimensionales que permitan rediseñar la estrategia oficial de seguridad. Asimismo, para que las instituciones gubernamentales tomen y reciban asesoría de verdaderos profesionales y expertos en seguridad, identificando, analizando y evaluando las mejores prácticas internacionales en la materia.
CULTURA DE PAZ
Llegó la hora de conceptualizar también el concepto de “cultura de paz”. En consideración de la investigadora jurídica Egla Cornelio Landero, definir la paz no es tarea sencilla y de hecho en la actualidad no se puede hablar de un concepto universal. Su definición ha variado a través del tiempo presentando una evolución, desde ser considerada la ausencia de conflictos hasta la concepción que nos rige actualmente, donde se asume a la paz de una manera holística. El deseo de paz en cada persona no ha decrecido -señala-, al contrario, hoy más que nunca la enemiga de la paz es la violencia en la sociedad; la paz agoniza, las personas pierden su paz interna, crece su agobio y angustia; los valores se ocultan, y la calidad de vida se ha vuelto muy escasa.
Triste es el rol de los ciudadanos, abandonados a su suerte por el Estado y las autoridades. La única esperanza, más allá del ejercicio del voto democrático, serán la educación (tan ausente e ineficaz hoy), la cultura (tan volátil y polarizante hoy) y la tecnología (tan voraz y llena de incertidumbre). Pero no hay que darse por vencidos. Según Mahatma Gandhi “no hay camino hacia la paz, la paz es el camino”. Para Nelson Mandela “la paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos prosperar”. Y como dijo Eleanor Roosevelt, “no basta con hablar de paz; uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”.
Fuente: Forbes México – Lee aquí el artículo original