Todo indica que en México alguien logró poner el dedo en la llaga. Lo hizo en la profunda herida del salario mínimo, para convocar, desde el pasado 1 de mayo, al análisis de cómo sí se puede aumentarlo, de manera que no afecte la inflación ni la informalidad. El anuncio del jefe de Gobierno de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, caló hondo.
La lista de quienes, a favor o en contra, han reaccionado ante la iniciativa es larga e incluye a muchos de los más altos representantes del gobierno federal, entre ellos los secretarios de Hacienda, Economía y Trabajo, además de legisladores, dirigentes sindicales y líderes de cúpulas obreras, patronales y de comercio. Incluso el PAN, tan desmoralizado en estos días, secundó la propuesta.
Todos reconocen que el salario mínimo no alcanza para satisfacer la canasta alimentaria básica de las familias mexicanas, pero no todos respaldan la iniciativa capitalina, con el argumento de que no quieren un incremento “por decreto” con graves riesgos inflacionarios, además de calificarla de populista.
Sin embargo, Mancera demuestra ser inmune a tal etiqueta, sabedor de que su propuesta tiene fundamentos. “Si pensar en la gente es ser populista, entonces somos populistas”, dijo al periodista Joaquín López Dóriga.
Hace algunos meses, en el marco del foro “Recuperar el salario real: un objetivo impostergable. ¿Cómo lograrlo?”, Juan Carlos Moreno Brid, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), expuso que “la única manera de tener un mercado interno fuerte es a través de mejorar la distribución del ingreso, con una política fiscal y una política de salario mínimo. Sin ello no hay manera que crezca”. Destacó que México es el país de América Latina con la participación más baja de asalariados de la región, con cifras que son “un desastre” y reconoció que “no hay salida mágica”.
Mancera parece mantener su lógica y compromiso asumido desde la toma de posesión del cargo como jefe de Gobierno, al referir: “Seguiré con esa vocación de servicio para la gente, con todo el empeño para lograr los resultados que ustedes esperan”. Pese a los detractores, la propuesta -que justificará a detalle en las próximas semanas- encaja perfectamente en la realidad nacional.
La mecha del debate está prendida y, aunque a algunos les incomode, la CDMX marca agenda despertando la conciencia de millones de mexicanos.
CAMINITO SIN ESCUELA
Hoy arranca el ciclo escolar 2014-2015 y se respira un aire diferente… esperanzador. La reforma educativa, bajo la responsabilidad del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, busca la armonización nacional, la asignación de plazas docentes por concurso y una mayor solidez en favor de la formación de nuevas generaciones. De él depende el destino de los 35 millones de niños y adolescentes y cerca de 2 millones de maestros y directores.
Los mexicanos no queremos otro ciclo cualquiera. Deseamos que la buena educación llegue a la gente, sin amenazas de plantones, paros o conflictos. La ausente calidad educativa pone a prueba a Chauyffet, quien rendirá cuentas con su amplia experiencia política; aquella que inició desde 1974.