Si la juventud es, como dicen algunos a modo de verdad irrefutable, el futuro de la sociedad, entonces es hora de sonar la alarma. La dinámica poblacional en México coloca a quienes tienen menos de 26 años en un grupo vulnerable, turbulento y muy numeroso, que representa la mitad de la población, según el Inegi de Eduardo Sojo. Esas mujeres y hombres mozos constituyen un conjunto extremadamente diverso, reflejo de las desigualdades.
En este país donde millones de jóvenes sufren pobreza y sobreviven sin poder estudiar, viajar o tener un trabajo digno, también hay espacio para otro grupo cuya situación es diametralmente distinta; un grupo privilegiado pero altamente selecto, en el cual superviven con jactancia, prepotencia, vanidad y egoísmo.
Esos miembros selectos de mexicanas y mexicanos se caracterizan por convertir las redes sociales en marcos para sus fotos, incluidos los selfies, en lugares exclusivos, con atractivas compañías, lujosos autos, relojes, yates y aviones; ansiosos de mostrar sus arduos esfuerzos por lo que parece ser su único objetivo de vida: divertirse. Esa juventud conocida como los mirreyes desfila entre exhibidores de marcas exclusivas y shopping malls. Parece haber sido importada de Dubai o del principado de Mónaco, aunque hay quienes prefieren comparar su estilo de vida con el de los hijos de los capos nice del narcotráfico. Lo más preocupante no es su afición por disfrutar privilegios gratuitos, ni siquiera su total indiferencia ante la adversa y lastimosa situación de sus paisanos, sino su desprecio por la ley.
Recientemente, el periodista David Agren publicó en el semanario canadiense Maclean’s un interesante artículo titulado “The brattiest pack in Mexico”, algo así como “La pandilla de malcriados en México”, en el que describe a una generación desbocada de adolescentes mimados y apapachados por la élite gobernante, quienes han superado a los antiguos juniors y que, para colmo de males, se perfilan como los futuros líderes de México, herederos de grandes capitales.
Agren hace referencia al libro El Mirreynato, la otra desigualdad, de Ricardo Raphael, quien describe a estos jóvenes como príncipes del privilegio, virreyes facultados por la impunidad, la desigualdad y la corrupción que nunca enfrentan las consecuencias ni los límites de su exhibicionismo. El autor asegura que “en México, a diferencia de otros países, alguien que pertenece a la ‘Generación Y’… no tiene que enfrentar la ley”. En el imperio de los mirreyes el dinero ofrece satisfacción personal y compra protección legal y política.
FOCOS ROJOS
Son jóvenes petulantes por la convicción excesiva de su propia superioridad, cuya ostentación podría parecer un simple estilo de vida fanfarrón e inofensivo, pero no es así. Su narcisismo desdeña la legalidad y demuestra nulo respeto por su prójimo. Son indiferentes a todo lo que no aluda a sus privilegios. Tal juventud mexicana se perfila hacia enclaves del poder con una meta única para el futuro: la defensa de sus prebendas. Hijos de tigres salen pintitos.
En un México urgido de cultura de la legalidad, el modo de ser de los mirreyes provoca una triple pe: polarización, preocupación y peligrosidad.