Pocas cosas son tan difíciles de conseguir y tan tremendamente dolorosas de perder como el poder. Todos los ex gobernantes de México han experimentado frustración y nostalgia del abandono. México ha transitado a la vida independiente a través de levantamientos, revueltas armadas, rebeliones, resistencias al cambio, caudillismos y enfrentamientos políticos, donde la traición, deslealtad y corrupción son las principales reglas del quehacer político. El único fin es obtener, retener, recuperar o perpetuarse en el poder público.
El caudillismo y el presidencialismo tienen su mismo origen en un sistema político resultado de alianzas institucionalizadas de grupos organizados desde el compadrazgo, la violencia, el acarreo, el servilismo y el autoritarismo, como formas de acceder al poder. México intentó encarrilarse por la vía institucional para desencarrilarse al fracaso democrático. Notorio es el rechazo a abandonar el poder por parte de quienes han concluido sus periodos sexenales, lo que provoca incomodidad y desasosiego de quienes los suceden, siendo causa de conflictos políticos de muy diversas magnitudes.
Muchos ejemplos para recordar. Plutarco Elías Calles, quien después de su presidencia impuso a tres presidentes y ocupó varios cargos públicos, hasta que el cuarto, Lázaro Cárdenas, se enfrentó y lo desterró, creando la regla no escrita de no intervención de los ex presidentes. A finales de la década de los 70, la regla se rompe por el ex presidente Luis Echeverría, quien alentó a su sucesor a nombrarlo embajador en las Islas Fiji, una elegante forma de mandarlo al otro lado del mundo; aunque más tarde, Echeverría fue culpado por otro mandatario, Carlos Salinas de Gortari, de organizar a varios políticos en su contra. Era 1996 cuando, en respuesta, Luis Echeverría afirmó que él no coordinaba ni a sus nietos. Después el propio Salinas, poderoso ex presidente, experimentó un excesivo apego al poder; su fuerza radicó en mantener una extensa red de influencia. La discreta ex presidencia de Ernesto Zedillo dio ejemplo de prudencia para facilitar la alternancia. En contraste, Vicente Fox, quien además de exigir que le sigan llamando presidente, no sabe de límites cuando de opinar se trata sobre cada detalle de la vida nacional.
Felipe Calderón, quien hoy anda en campaña abierta, siguió otro patrón con un estilo diferente, muy yanqui, pues el ex presidente comenzó por utilizar las redes sociales y abrazar banderas sociales con un aparente activismo a escala mundial, con el efecto de golpear la vida institucional nacional y evidenciar la debilidad de su partido político.
Es difícil conocer las maquinaciones, intenciones y secretos de quienes acceden al poder, pero mucho más complicado es explicar, en un contexto supuestamente democrático, la patología de los hombres que no quieren dejarlo, a pesar de haberlo concluido formalmente. El sistema político mexicano requiere rediseñar nuevas reglas para fijar límites y consecuencias para los ex presidentes que intenten manipular la historia y tergiversar la nueva realidad política.
INTERFERENCIAS
En la CDMX también hay réplicas de ex jefes de gobierno como Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, quienes con su activismo político provocan confusiones e interferencias.