En marzo del 2014, la policía de Seattle, Estados Unidos, apresó a un exempleado de Microsoft, de nombre Alex Kibkalo, por haber divulgado información confidencial de la compañía y filtrado el sistema operativo Windows 8 antes de su lanzamiento oficial. La indiscreción llegó a un blog de Internet y le valió al experto en software una condena de tres meses de cárcel y una lección que, según confesó después, fue bien aprendida.
La indebida revelación de secretos industriales (fórmulas, planos, innovaciones, datos técnicos) o secretos comerciales (bases de datos, análisis, estrategias organizacionales, planes estratégicos) puede llevar a una empresa o industria a situaciones de alto riesgo competitivo y económico, además de propiciar ambientes de incertidumbre y deslealtad.
El especialista en tecnología e innovación, James Pooley, siendo entonces director general adjunto de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, explicaba que antes de la era industrial, los artesanos guardaban celosamente sus trucos del oficio en los pequeños talleres familiares; sin embargo, cuando estas unidades artesanales dieron paso a las fábricas, la ansiada confidencialidad requirió un sistema jurídico específico. Para Pooley, el secreto es una herramienta legítima de toda empresa, cualquiera que sea su tamaño.
México no ha evidenciado casos tan escandalosos todavía, pero ello no significa que no existan divulgaciones ilícitas sancionadas por la Ley de la Propiedad Industrial, Ley Federal del Derecho de Autor y otras legislaciones. Por ejemplo, el Código Penal de la CDMX indica que a toda persona que sin consentimiento de quien tenga derecho a otorgarlo y en perjuicio de alguien revele dolosamente un secreto o comunicación reservada, que por cualquier forma haya conocido o se le haya confiado o la emplee en provecho propio o ajeno, se le impondrá prisión de seis meses a dos años y multa. Si el acusado conoció o recibió tal información —secreto o comunicación reservada— con motivo de su empleo, profesión, arte u oficio, o se trata de secreto científico o tecnológico, la pena de cárcel aumentará en una mitad.
El fortalecimiento de la cultura de la confidencialidad en favor de la industria y comercio lo apoyan el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, a cargo de Miguel Ángel Margáin, y agrupaciones como la Coparmex, presidida por Gustavo A. de Hoyos, y la Canacintra, encabezada por Rodrigo Alpízar, quien hace unos días organizó en Querétaro una conferencia sobre la protección del secreto industrial en el derecho mexicano.
Derecho al secreto
Además de los secretos industriales y comerciales, existen otros secretos derivados del derecho a la intimidad y la privacidad, la inviolabilidad de las comunicaciones privadas, los secretos profesionales (del médico, periodista, abogado, contador, banquero, etcétera), los secretos religiosos, los secretos a los que están obligadas las autoridades (sigilo) y los secretos de Estado.
La mayoría de las organizaciones se basa en la ideología del control, en un mercado ferozmente competitivo, siempre expuestas a destrucción creativa, conflictos interpersonales y revelaciones de innovación. No se trata de censurar, sino de fomentar que la cultura de la confidencialidad no entraña sólo el silencio, sino un consciente deber de confidencia, secrecía y lealtad.
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