Los mexicanos tenemos la mala fama de hacer las cosas hasta el último minuto, llegar tarde a los eventos, ser impuntuales, dejar las obligaciones al final e, incluso, aprobar leyes al vapor. En este sentido, debemos desmexicanizar a México y dejar atrás las demoras legislativas, como es el caso de la esperada aprobación de la Miscelánea Penal con importantes reformas a 10 ordenamientos del sistema de justicia penal, entre ellos, el Código Nacional de Procedimientos Penales, el Código Penal Federal, la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la Ley Federal para la Protección a Personas que Intervienen en el Procedimiento Penal y la Ley General para Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Secuestro. Iniciativas que han estado pendientes desde hace mucho tiempo, provocando desencanto legislativo.
Para muestra, un botón: el proceso modernizador del sistema penal acusatorio y oral es una ficción que inició hace ocho años con la aprobación de la reforma constitucional en materia de justicia penal, revelando ineficacia legislativa, procesos apresurados e irracionalidad jurídica. En muchos legisladores las palabras: bien común, sentido común y recta razón no tienen significado.
El plazo fatal para concretar el nuevo sistema de justicia penal en México, fijado para el próximo 18 de junio, no les quita el sueño a los legisladores. La Miscelánea Penal salió del Senado y fue enviada a la Cámara de Diputados donde fue congelada hasta el pasado mes de abril; su regreso al Senado fue tardío y no alcanzó espacio en el último periodo ordinario de sesiones. Ahora, anuncian un periodo extraordinario que por motivos electorales llevarán a los límites máximos: comenzará el 13 de junio y terminará… ¡un día antes del plazo fatal para el arranque nacional del nuevo sistema de justicia penal!
Nuestros legisladores confunden y desconciertan; los domina la política y abandonan las verdaderas prioridades. Es evidente que México no está listo para consolidar el mayor esfuerzo de los últimos tiempos en materia de justicia penal. La misma clase política y gobernante que ha tenido en sus manos las riendas y el destino de la nación en los últimos años es la misma que los seguirá teniendo para legislar e implementar las reformas legales por venir. Luego entonces, no se puede confiar ni tener expectativas de que harán las cosas bien. Lo que mal empieza, mal acaba, y los legisladores están sentando un mal precedente.
Gatopardismo nacional
Analistas como Iván de la Garza, Ana Laura Magaloni y Javier Carrasco advierten la proximidad de la peligrosa sombra del “cambiar para que todo siga igual”. El proceso de implementación de las leyes no es mecánico, no es automático, depende de seres humanos que han demostrado tener más vicios que virtudes. Por ello, improvisación, prácticas al vapor, incompetencia, repetición de errores y falta de coordinación son problemas reales que no se solucionan dejando la legislación al último minuto.
En un futuro próximo senadores y diputados podrán reelegirse de manera consecutiva; sin embargo, será una buena práctica democrática y ciudadana poder revocar su mandato cuando incumplan su labor legislativa.