Cuando se pisa el acelerador, cualquier imprudencia puede convertirse en un asunto de vida o muerte. En las últimas décadas, las principales causas de accidentes al conducir son: exceso de velocidad, cansancio, alcohol o drogas, pero hoy han sido rebasadas por una conducta lo suficientemente peligrosa como para cuadriplicar las probabilidades de un accidente vial: “el uso del celular al manejar”. Lo peor es que los conductores no se conforman con hacer llamadas en el automóvil sino que escriben y envían mensajes de texto, seleccionan música, ven fotos o videos y revisan sus correos electrónicos.
El problema es global. Desde 2006, la Convención de Viena sobre la Circulación Vial enfatizó la prohibición de usar un teléfono que tenga que sujetarse con la mano mientras se conduce, y las Naciones Unidas ha invitado a los Estados miembros a adoptar medidas al respecto. Numerosos países ya lo han hecho y han incluido sanciones que van desde multas, puntos negativos y la revocación del permiso o licencia para conducir. Sin embargo, hasta ahora, no hay una solución verdaderamente efectiva para encarar este desafío de seguridad pública.
La tentación, ansiedad o adicción de conducir con este altísimo riesgo debe ser atendida con estrategias diferentes a las utilizadas para detectar, medir, acreditar y sancionar la alcoholemia. La prohibición de enviar mensajes de texto es confusa y el uso de teléfonos hands-free no está bien definido a excepción de algunos casos y jurisdicciones (en sitios de EEUU se establece para conductores de autobús y jóvenes).
En México, según la Cruz Roja, el número de accidentes por uso de celular al volante ya supera los provocados por el consumo de alcohol. Esta preocupación llegó a la agenda legislativa nacional. Recientemente la Cámara de Diputados aprobó una iniciativa de reforma al Código Penal Federal para incluir el uso del celular al conducir como agravante de delito en caso de accidente, sancionado con prisión.
Esta propuesta del diputado Juan Manuel Cavazos del PRI -aún pendiente de discusión en el Senado- ha sido cuestionada. El diputado del PAN Jorge Triana considera que los términos de la iniciativa son vagos y los parámetros para acreditamiento son ambiguos, lo que puede provocar severas arbitrariedades. También se argumenta que la agravante solo aplica en vialidades o caminos federales y sería incompleta si no se legisla por los Congresos locales.
GRAVE PELIGRO
La solución es compleja y la ley no puede sola. Un estudio citado por la OMS (Uso del celular al volante: un problema creciente de distracción del conductor) reveló que en Australia, a pesar de las restricciones legales, 30% de los conductores jóvenes seguía texteando al volante, y en Canadá, la Asociación del Automóvil reportó que 7 de cada 10 canadienses reconocen el riesgo, pero no modifican su conducta.
¿Dónde están las estrategias integrales que incluyan supervisión, señalización vial, campañas educativas en medios, tecnologías de punta, sistematización de procedimientos de información y regulaciones viables? Enfrentamos una grave conducta adictiva y es imprescindible revolucionar la conciencia social de que: celular y volante no son compatibles. Pero a muy pocos importa.
Ve el artículo original en El Economista, da click aquí