El proceso electoral 2017 en el Estado de México es una especie de transistor que envía tergiversadoras señales hacia todo México. Sus actuales circunstancias, su coyuntura polarizaste, el ánimo social y todo lo que ahí está en juego, representan factores especialmente significativos.

Nos referimos al poderoso Edomex; la entidad federativa más poblada con 16 millones de personas y la que tiene la mayor planta productiva del país, con liderazgo nacional en al menos 21 ramas de la industria manufacturera, especialmente textil, químico-farmacéutica, automotriz y metalmecánica. Lo lamentable es que los favorecidos de esto solo son unos cuantos.

El Edomex padece contrastes lacerantes. Es botín y bastión de oscurísimos intereses políticos y económicos. Sus bellezas naturales se confrontan con sus terribles desórdenes urbanísticos, caos generalizado, crecimiento desorganizado, inseguridad desenfrenada y desequilibrios ofensivos derivados de la pésima distribución de la riqueza. Por ello, a sus políticos y candidatos ¡no les creemos!

Lo que realmente ocurre en el Edomex no está a la vista de los buenos ciudadanos, pues sus tenebrosas coladeras y subsuelos políticos son vasos comunicantes por donde circulan dineros y se trafican influencias e intereses en beneficio exclusivo de unos cuantos.

Al Estado de México injustificadamente se le adjudicó el nombre de todo un país. Esa entidad no conoce un gobierno que no sea priista, y hoy su clase política libra una batalla por el voto sin conocer límites, conscientes de que ¡no les creemos!

La palabra “cambio” resuena hueca en las campañas políticas y en todos sus candidatos: Josefina Vázquez Mota, del PAN, dice que 8 de cada 10 mexiquenses quieren un cambio y ella puede dárselos. Con el lema “Fuerte y con todo”, Alfredo del Mazo, del PRI, también ofrece hacer el cambio que quieren sus paisanos pero manteniendo los logros alcanzados. Delfina Gómez, de Morena, dice que el Estado de México quiere un cambio y promete dar una lección a los políticos de siempre. Más rezagado, Juan Zepeda del PRD, asegura que el estado debe cambiar de partido gobernante.

El evidente y total hartazgo ciudadano explica que el cambio sea la estrategia, pero parece difícil conseguirlo en la jungla mexiquense donde crecen sin control las matas de la anti-política, el anti-sistema y la fragmentación social; donde el dinero  -limpio, lavado, forzado, sucio y muy sucio- salpica programas sociales oficiales y no oficiales, y las acciones de gobierno parecen tener dedicatoria.

En los hechos, las propuestas de campaña resultan inviables; además, se percibe un estado de alerta entre los candidatos; una especie de paranoia, crisis e histeria. No es para menos, el hartazgo social y la falta de credibilidad en la clase política son insalvables.

MAGNA CARGADA AL EDOMEX

Por muchas razones, los ojos de México están fijos en el Estado de México. Se avecinan turbulencias y agitación social, acarreos y mayor criminalidad, spots y mercadotecnia cosmética. Los buenos mexiquenses están hartos de que las y los políticos solo busquen beneficios para sí mismos, y de que todo lo que no sea útil para su poder, les importe un bledo. Por eso y más ¡no les creemos!


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