El pasado 18 de septiembre se informó sobre el fallecimiento de Paul Horner, el rey de las fake news que ayudaron a Trump a alcanzar la Casa Blanca. Las noticias falsas, como fenómeno, están más vivas que nunca, y no solamente en EEUU. Basta una mirada a la prensa y redes sociales para constatar que no reconocen fronteras ni nacionalidades.
En el caso de México, la tragedia de los recientes sismos generó la noticia de Frida, la supuesta niña atrapada en los escombros que nunca existió. Tal noticia mantuvo en vilo a millones de personas en el país y el mundo. Surgida de la imaginación y transmitida a fuentes oficiales, algunos medios se encargaron de adornarla en exceso con datos pescados al aire, provocando que la historia avanzara y permeara a gran velocidad. Al final, la verdad colapsó a muchas instituciones.
Las fake news escamotearon a la sociedad durante la tragedia; muchas personas llegaban a sitios de colapsos inventados, iban y venían tratando de atender “emergencias” inexistentes o extemporáneas que habían antes sido virales en Twitter o Facebook, surgiendo contenidos y datos imprecisos.
Pero la generación millennial, esa que parece vivir un mundo virtual paralelo, puso el buen ejemplo. Abandonó los memes para compartir información útil, unió brazos, organizó campañas y brigadas y se hizo presente en centros de acopio. Rechazó las fake news para dar cauce a la solidaridad. Incluso fue creado #Verificado19S, una plataforma digital que valida información para hacer más eficiente el apoyo ciudadano. Combatir la desinformación fue el objetivo, como confirmó en entrevista radiofónica Alfredo Lecona, uno de los impulsores de la iniciativa. Otro ejemplo fue el portal Informados Ayudamos Mejor, creada y promovida por un grupo de jóvenes en Instagram y Facebook.
Lamentablemente nuestros políticos adultos decepcionan una vez más a México con sus “donativos”, dando lugar a otra temporada de fake news. Tras el sismo 19S, Andrés Manuel López Obrador de Morena, propuso entregar 50% de sus prerrogativas. Cualquier parecido con la entonces Unión Popular Nueva Tenochtitlan, creada por René Bejarano y Dolores Padierna en 1985, es pura coincidencia.
Para no quedarse atrás, el PRI, en voz de su presidente Enrique Ochoa, ofreció entregar los 258 millones de pesos que le tocan para el resto del 2017. Exigió la desaparición de las candidaturas plurinominales y propuso que, en adelante, cada partido se financie por su cuenta. Con sus propios matices, siguieron las promesas de Ricardo Anaya del PAN y los otros del Frente Ciudadano por México, Dante Delgado de Movimiento Ciudadano y Alejandra Barrales del PRD. El PVEM, el PES y el PANAL también alzaron su manita.
EN CAMPAÑA 2018
Evidentemente no fue idea ni iniciativa de tales partidos políticos. Fue la poderosa gobernanza ciudadana por medio de más de un millón y medio de firmas y mensajes exigiendo la transferencia inmediata del financiamiento partidista para la reconstrucción en favor de los damnificados.
Difícil predecir los efectos y alcances de dicha fuerza ciudadana ante la contienda electoral 2018. Pero lo cierto es que los políticos no están de moda, ni son referente alguno para el bien común.
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