Todos conocemos historias —algunas de verdadero terror– de madres y padres que emprenden la guerra contra sus exparejas durante y después del divorcio, con intención de usar cualquier arma a su alcance, incluso a sus propios hijos. Recurren a la manipulación, corruptela, degeneración, depravación, descomposición, desmoralización, envilecimiento, inmoralidad, perversión, podredumbre, soborno y mentira para ofender, desprestigiar y destruir a su expareja, para “ganar la batalla”, sin conciencia de los daños irreversibles a sus niñas, niños y adolescentes, a los que pusieron en medio.
Un divorcio mal conducido genera cargas, agravios, sufrimientos y dramáticas modificaciones en la dinámica y estructura familiar, sin que esto les importe a muchas parejas al momento de su separación.
La Asociación Americana de Psiquiatría, presidida por Maria A. Oquendo, considera al divorcio como una experiencia demasiado estresante para los hijos, que suele provocarles problemas físicos, emocionales, escolares y sociales. Aumentar ese lastre con injurias entre padres es perverso y, bajo criterios de justicia, es absolutamente inaceptable. El derecho a la sana convivencia de un menor con sus padres es un derecho humano.
En México, el número de divorcios es alarmante: entre el 2000 y el 2013, el incremento fue de 107.6%, de acuerdo con el Inegi. En el 2013, se reportaron 108,727 separaciones, casi 10,000 más que el año anterior. Para muchos, esto no resulta preocupante aduciendo que, en realidad, se trata del ejercicio del derecho a la libertad de elegir pareja cuantas veces se desee.
En la mayoría de los casos, el proceso de separación está repleto de acusaciones, reproches, exigencias, altercados y demandas legales y extralegales. La situación se agrava si el pleito de la pareja involucra a menores. Una de las secuelas más evidentes es el síndrome de alienación parental, que caracteriza el rechazo de un hijo hacia alguno de sus padres derivado del adoctrinamiento del otro progenitor. En un foro realizado en el 2013, la Cámara de Diputados en México estimó que 182,000 menores son afectados cada año por esta conducta ilícita de papás y mamás.
La Ciudad de México considera la alienación parental como una forma de violencia familiar. Desde el 2014, el Código Civil de la CDMX establece que el integrante de la familia que transforme la conciencia de un menor con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con uno de sus progenitores puede ser sancionado con la pérdida de la patria potestad, la suspensión de visitas, convivencia y custodia del menor. La alienación parental severa suspenderá todo contacto con el padre alienador y el menor será sometido al tratamiento que indique el especialista que haya diagnosticado dicho trastorno. Morelos y Aguascalientes también han legislado en esta materia.
Violencia familiar
¿Se justifica sancionar penalmente esta violencia familiar? La CDMX afirma que sí y castigará con seis meses y hasta seis años de prisión a quien cometa alienación parental. El interés superior de las niñas y niños para su sano desarrollo y el ejercicio pleno de sus derechos son criterios rectores para las leyes penales. Veremos si la criminalización de esta violencia familiar resulta benéfica para bien común de todos.