Entre huracanes, tifones y tormentas de magnitudes sin precedentes, la humanidad se prepara -supuestamente- para la siguiente Cumbre Mundial (2015), intentando buscar acuerdos entre países muy desiguales, sobre lo que debemos hacer en relación con los terribles efectos del cambio climático.
Es tiempo de reconocer, conscientemente, que los daños ocasionados por estos fenómenos no deben seguir siendo vistos como originados por fuerzas ajenas a decisiones humanas, sino provocados por auténticas causas estructurales, no accidentales, de nuestra manera de conquistar “el progreso”, casi exclusivamente, con base en el crecimiento económico.
Es importante destacar que tales daños obligan a que se deban destinar inmensos capitales o fondos para emergencias cada vez mayores (Fonapred) para enfrentar las catástrofes, atender a las víctimas, reparar los daños a la infraestructura y recuperar las actividades productivas.
Sin embargo, sabemos que los nuevos fenómenos seguirán provocando daños crecientes a grupos humanos y al medio ambiente.
En México, a los efectos del crimen organizado y la violencia en detrimento de nuestro PIB -a los que se refieren la Secretaría de Salud y el Sistema Nacional de Seguridad Pública, aunque por lo visto no se tienen todavía bien medidos- se le deberán sumar los impactos de las catástrofes “naturales”. ¿Cuánto nos cuestan en términos del PIB? Tales efectos, junto con la deficiente educación, corrupción e impunidad, son padecidos por ciudadanos y forman parte del cálculo presupuestal de los gobiernos, los cuales tratan de dar solución vía el cobro de impuestos.
Es urgente reconocer que los daños y sus costos se podrían haber previsto, y que los estamos pagando cada vez más caro sin resolverlos realmente, y no habrá presupuesto alguno que alcance en el futuro.
En este contexto, destacan un acontecimiento histórico y otro cósmico que no habían tenido precedente y de los que podríamos aprender. De una manera imprevisible e inesperada, coincidieron en el tiempo y el espacio la preparación a la Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático, en Varsovia, y el tremendo embate del supertifón Haiyan, en Filipinas, de aproximadamente, ¡500 kilómetros de diámetro!
En medio de esa circunstancia coincidente, el Delegado de Filipinas, Naderev Saño, estalló en lágrimas al subir a la tribuna y dijo: “En solidaridad con mis compatriotas, que luchan para encontrar alimentos, voy a comenzar un ayuno voluntario por el clima”. Y añadió: “Mientras negociamos aquí, mientras dudamos (…), la lista de muertos está creciendo”, y pidió al mundo “que abra los ojos a la realidad que afrontamos hoy 7 millones de personas”. Yo añado y complemento: 7,000 millones de personas en el planeta.
Nos toca, como humanidad de hoy, asumir la responsabilidad del mañana
¿Qué estamos haciendo en México y desde México para enfrentar el cambio climático? ¿Cuánto nos está costando como sociedad, y como país miembro de la Cumbre Mundial, sufrir tales inercias? Es momento de gobernanza y de convocar a un amplio debate ciudadano, con expertos y autoridades, en preparación a la Cumbre del 2015, para llevar -como país- una propuesta seria, equitativa, sustentable y viable.