Todas las opciones razonables para convertir a México en un país próspero encuentran en el sistema jurídico al más sólido de sus pilares. Por desgracia, son en los marcos legales ambiguos, maleables y manipulables donde encontramos la explicación de graves heridas e insensateces nacionales.
El jurista Clemente Valdés, hace ya casi 10 años, recordaba la descripción de Keynes sobre la situación europea a principios del siglo pasado: Europa está organizada para asegurar la máxima acumulación de capital. Valdés retomó esta frase para hacer una versión a la mexicana y anticipó que algún día se dirá que nuestro país “estaba organizado real y jurídicamente para asegurar la máxima impunidad a sus gobernantes y el mayor control del presidente sobre sus servidores, de acuerdo con la Constitución” (¡!).
Esta reflexión fue parte de la ponencia titulada La Constitución como Instrumento de Dominio que presentó durante un Congreso de Abogados en Guanajuato, hoy convertida en libro. Su denuncia fue considerada escandalosa, pero cierta. La Constitución Política de México, y las leyes que de ella emanan, abren resquicios a los egoístas demonios del poder y de la impunidad, mientras dan la espalda a los ciudadanos. “Tal parece que hemos llegado al fondo de la corrupción, al momento terrible en que ésta se practica con el respaldo de la ley”, indicó.
En nuestro país, la gente del poder creó un sistema político compatible con el abuso presidencial, el mal uso de recursos públicos y el monopolio de la información. Lo peor es que buena parte se hizo con la complicidad de un sistema legal emanado de la propia Constitución; es decir, con la ley bajo el brazo.
Durante décadas hubo reformas constitucionales, la mayoría promovidas por gobiernos que buscaban acomodar la letra para evitar rendir cuentas y cumplir ambiciones personales o de grupo, confundiendo su misión de servir con la de servirse a manos llenas, con la ley bajo el brazo.
Ninguna Constitución en México es obra concluida. Incluso la federal, que fue concebida como herramienta de control político para equilibrar los pesos y contrapesos del poder, ha sufrido aproximadamente 600 modificaciones desde el año 1917.
LEY EN MANO
Hoy aparece la enorme oportunidad de volver a poner a la legislación a favor de la prosperidad de la gente: el mandato histórico de construir la Constitución de la ciudad de México (CDMX). Sin manoseos sin boicots.
Manlio Fabio Beltrones, presidente del PRI, Ricardo Anaya, del PAN, y Agustín Basave, del PRD, entre otros dirigentes políticos, están conscientes que todo marco constitucional debe dejar de ser un instrumento de dominio para transformarse en uno de justicia social. En sus manos está consolidar una moderna Constitución para el desarrollo de una sociedad progresista y contemporánea, evitando futuros conflictos e impugnaciones competenciales.
Redefinir el federalismo mexicano o pacto federal desde la perspectiva de los derechos humanos y la gobernanza efectiva pondrá a prueba a los conocedores de la ley. Cualquier acción política constituyente se medirá, al final de cuentas, no por sus esfuerzos sino por los resultados.