Sin importar su situación geográfica, su poder o cultura, todas las naciones del mundo tienen una aspiración común: el desarrollo. La apuesta genera un remolino de acciones e iniciativas de toda índole, y explica la danza de cifras de inversión, ingresos, egresos, deuda y producción. Así, terminamos invadidos de estadísticas, encuestas y reportes adornados con números, porcentajes y tablas poco comprensibles. Y… ¿las personas? De eso no se habla mucho. Los medios han anulado algunos fines.

Ante semejante extravío, vale la pena echar un vistazo a una medición tan singular como significativa que se enfoca en la gente y en su bienestar y, más importante aun, que concibe al desarrollo como el proceso de expresión de las libertades individuales, especialmente en materia calidad de vida, salud y educación. Nos referimos al Índice de Desarrollo Humano (IDH), a cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) cuyos últimos resultados (presentados en el 2015 aunque correspondientes al análisis del 2012) merecen ser considerados.

Entre otras realidades, el IDH refleja una lacerante desigualdad en México, donde unos pocos tienen mucho y otros muchos poseen prácticamente nada. Lo novedoso es advertir que de las disparidades de desarrollo que padece nuestra geografía nacional, algunas pueden medirse en décadas y aun en siglos. En términos muy simples, los datos que no podemos perder de vista son los siguientes:

  • El Distrito Federal obtuvo el valor más alto de desarrollo humano (0.830 en una escala de cero a uno) en contraste con Chiapas, que fue el estado peor calificado (0.667).
  • Los IDH de los estados menos favorecidos en la medición: Chiapas, Guerrero y Oaxaca, se asemeja a los de Gabón, Egipto y Botsuana.
  • Se requieren de 20 a 200 años para que los estados del país alcancen el nivel de desarrollo humano del Distrito Federal.
  • Contra toda lógica, seis estados del norte de México reportan una disminución en su esperanza de vida, una circunstancia que, a nivel mundial, sólo se ha reportado en los últimos años en Pakistán y en algunos países de África subsahariana.

Los resultados del más reciente IDH son una enérgica llamada de atención para los gobernantes responsables de diseñar y aplicar las políticas públicas en México, así como para todos aquellos sectores e individuos que apoyan medidas y acciones que buscan dignificar a la persona. A fin de cuentas ¿quién, en su sano juicio, puede anteponer los números fríos a la calidad de vida y al bienestar de la gente?

AJUSTANDO BRÚJULA

Desde que anunció el ajuste de más de 124,00 millones de pesos al gasto público en enero pasado, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, ha reiterado que el gobierno tiene que gastar menos y gastar mejor. El IDH es y debe ser una referencia para la definición de políticas públicas y la integración de la propuesta de presupuesto para el 2016. Más allá de ecuaciones y planes complejos, los mexicanos simplemente aspiramos a disfrutar una vida más larga, más próspera y más digna.