Hace 191 años, José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quien se hacía llamar Guadalupe Victoria, acudió al Congreso en su calidad de primer presidente de México, para explicar cómo marchaba su gobierno. La obligación entonces sólo era para los titulares de los despachos (la obligación presidencial de informar al Congreso fue incorporada a la Constitución de 1857), pero el general quiso hacerlo sin saber que estaba instaurando una de las tradiciones republicanas más arraigadas en México.
Aquel primero de enero de 1825, Guadalupe Victoria reportaba que el Despacho de Hacienda había logrado vestir, armar y aumentar al Ejército y a la Marina, acallar los clamores de los empleados de la República atrasados en sus sueldos y cubrir compromisos de la administración con el uso sobrio de los préstamos extranjeros. Cinco meses después, en un segundo informe, el general informaba sobre educación: “El Poder Ejecutivo no ha perdido ni puede perder de vista la moral y la ilustración, y por lo que a ésta hace, una junta está actualmente entendiendo en un proyecto grandioso de enseñanza pública…” ¿Suena familiar?
Desde los albores del México independiente, los informes presidenciales han tenido distintos matices. Han cambiado sus fechas, formatos y duración. Venustiano Carranza fue quien propuso el primer día de septiembre, y los presidentes del largo régimen priista se encargaron de convertirlo en el Día del Presidente. A Abelardo L. Rodríguez los ciudadanos tuvieron que escucharlo más de siete horas y media, y José López Portillo impuso el récord del informe más ovacionado en su último año de gobierno. Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, uno en la radio y otro en la televisión, consumaron la alianza del mensaje presidencial con los medios masivos de comunicación.
Ya en este siglo, la televisión fue la vía principal para que Vicente Fox difundiera su último informe ante la toma de la tribuna por parte de legisladores perredistas. Pero Felipe Calderón terminó el rito al enviar al Congreso sus reportes por escrito a través de su secretario de Gobernación.
Hoy, en plena era tecnológica, el presidente Enrique Peña Nieto inició desde el jueves pasado la promoción de su cuarto informe a través de las redes sociales. En su cuenta de Twitter adelantó que este 2016 usará un formato distinto. Además de presentar su mensaje escrito, tendrá un encuentro con jóvenes de diversos sectores de la sociedad a quienes explicará la trascendencia de las acciones impulsadas en su administración pública. En el contexto actual, este novedoso esquema levanta expectativas.
Formatos nuevos, mismos mensajes
El formato es lo de menos y el uso de plataformas digitales de vanguardia se da por sentado. Pero este jueves, como aquel primer día de 1825, el Ejecutivo federal y el contenido de su mensaje volverán a ser los protagonistas del informe. Después de casi dos siglos, es muy probable que volvamos a conocer los esfuerzos por fortalecer a las Fuerzas Armadas, manejar con cautela la deuda externa, responder a las demandas salariales y consolidar “un proyecto grandioso de enseñanza pública”, esta vez, si la CNTE lo permite.