Dedazos y destapes

Según la sabiduría popular, vender la leche antes de ordeñar a la vaca no es una buena idea. Sin embargo, algunos políticos mexicanos insisten en adelantar vísperas. Durante décadas (quizá desde la era posrevolucionaria) los hombres del sistema han convertido su prisa personal en una práctica arraigada: madruguetes, destapes anticipados y albazos. Aprietan el paso ante la lucha por el poder y precipitan los tiempos de la intrincada batalla electoral.

Son nuevas épocas, con nuevas reglas, pero el descorche de candidatos presidenciales sigue en auge. Su futuro invade el presente y convierte su pasado en lastre. Algunos nombres suenan desde principios de siglo y otros empiezan a sonar al ser destapados involuntariamente.

El presidente del PRD, Carlos Navarrete, acusó a Andrés Manuel López Obrador de realizar una campaña presidencial adelantada, pero el líder perredista fue a su vez criticado por el coordinador de los diputados del PAN, Ricardo Anaya, por declarar que el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, podría ser opción de la izquierda para la presidencia de la República en 2018.

Antiguamente, dedazos y destapes fueron rituales semioficiales durante el imperio del PRI. Entre los más emblemáticos están los que dejaron fuera a Mario Moya Palencia (con Luis Echeverría), a Jesús Silva Herzog (con Miguel De La Madrid), a Manuel Camacho Solís (con Carlos Salinas). Incluso, hubo innovadores destapes anticipados que intentaron romper la regla política con graves consecuencias, como los de Jorge Díaz Serrano (con José López Portillo) y Cuauhtémoc Cárdenas, quien finalmente creó su corriente democrática.

Hoy ya no es un solo dedo, ni un solo partido político, ni un solo personaje poderoso el que ordena el dedazo o destape. Las reglas y circunstancias son distintas, aunque para algunos la tradición subsiste con el mismo apetito e idénticos propósitos: calentar el ambiente, perfilar al candidato conveniente y aventajar en la carrera por el mando supremo nacional.

Con tal de ganar la presidencia muchos políticos mexicanos corren antes de caminar, y para ello mantienen el trote aun en tiempos no electorales. Andrés Manuel López Obrador, tras 10 años de buscar ser presidente, ha vuelto a dar el silbatazo de salida para el 2018. Él mismo, sin tómbola ni ruleta, se encargó de su destape al afirmar que “aunque no le guste a la mafia en el poder, la tercera es la vencida”. Brotan los encantos y desencantos de su campaña de casi tres lustros.

CAMBIAR PARA NO CAMBIAR

En plena promoción y efervescencia de las próximas elecciones intermedias, la sombra por la grande lo cubre todo. Mientras el INE supuestamente busca campañas breves y austeras, las del 2018 llevarán mucho tramo recorrido, irán para largo y serán demasiado costosas. Ya suenan nombres y estrategias, pero el único corredor destapado no disimula estar en campaña y por recursos no para: su partido, creado a modo, le garantiza financiamientos inagotables.

Muchas cosas pueden cambiar en México, menos las ansias de destapar y autodestaparse. Al puro estilo del gatopardismo, cambiamos todo para que todo siga igual.