Efecto Macron a la Mexicana

Después de las históricas elecciones de Francia, en buena parte del mundo ha iniciado una peculiar búsqueda, al estilo de ¿Dónde está “Wally”? (el famoso juego de Martin Handford). El objetivo ahora es localizar al Macron en cada país, ese líder que pueda hacer el milagro político; ese candidato que proyecte con su personalidad un cambio real sin recurrir a extremismos; ese político capaz de tropicalizar el poderoso movimiento ¡En Marche! que logró encantar a más de 20 millones de electores galos.

Esta búsqueda generalizada es el intento de muchas democracias contemporáneas para resolver disyuntivas comunes provocadas por los partidos políticos fallidos y decadentes, las crecientes propuestas populistas y las exigencias de nacionalismos emergentes. El reto es salvar a la democracia de sí misma.

Francia, la nación que en el siglo XVIII dio luz a las ideas de la Ilustración, vuelve a servir de espejo para las sociedades democráticas que sufren hartazgo de sus sistemas políticos caducos; como México, un país lleno de carencias donde solo este 2017 destinará a los partidos políticos más de 4,000 millones de pesos de financiamiento público, cantidad que sirve para alimentar dinosaurios, ratas de dos patas y para mantener franquicias oligárquicas.

El enojo y la ira hacia los políticos apolillados es abrumador. Como resultado, surgirán crecientes votos de castigo y simpatías por las candidaturas ciudadanas. La verdadera esperanza mexicana está puesta en personalidades que, por la vía apartidista, puedan tener el empuje necesario para sumar adeptos y repetir la hazaña electoral de Francia.

El senador Armando Ríos Piter, notoriamente perredista pero ahora independiente, y originario del estado de Guerrero -lugar inmerso en violencia absoluta-, tiene el espaldarazo de uno de los promotores de las candidaturas ciudadanas, Jorge Castañeda. El guerrerense deberá redefinir su “Movimiento Jaguar” con novedosos bríos y propuestas de gastos mínimos en campañas, espíritu colectivo y acciones disruptivas.

Pero quizá la figura más emblemática de esta tendencia en favor de los proyectos ciudadanos es la de Miguel Ángel Mancera quien, como Jefe de Gobierno de la CDMX, ha mantenido sana distancia de los partidos, incluido el PRD. Mancera, férreo defensor de una alianza de las izquierdas, está demostrando habilidad para renovar el movimiento progresista, pero sin sesgos populistas. Así lo hace suponer su propuesta de gobierno, su búsqueda de un estratégico acuerdo social y su apertura política, pues lo mismo muestra disposición para colaborar con el gobierno federal y los gobiernos estatales que con organizaciones de centro, de izquierda y grupos ciudadanos de diversa extracción. Tiene un estilo peculiar para conjuntar lo mejor de la izquierda con lo mejor de la derecha.

¿POSIBLE, PROBABLE O VIABLE?

En el 2018, los convocantes no serán los partidos tradicionales, sino aquellas figuras congruentes sin filiación partidista que favorezcan un debate totalmente nuevo, sinceramente fresco, sin acartonamientos cosméticos y honestamente innovadores, desde la gobernanza efectiva.

Una propuesta “macroniana”, ajustada inteligentemente a la coyuntura mexicana, parece un camino viable y conveniente hacia la elección presidencial 2018, la cual no solo deberá granjearse la simpatía de los electores, sino aprovechar las muy diversas circunstancias aparentemente adversas.


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