La calidad de un visitante se mide por la trascendencia y las huellas que deja en el hogar que lo recibe. México, como anfitrión, espera constatarlo en pocas semanas con su huésped más esperado: el papa Francisco. Con sus extraordinarios alcances y acertadas reflexiones siempre sabe sorprender. Así lo hizo en sus más recientes visitas apostólicas a Ecuador, Bolivia y Paraguay, a Cuba y Estados Unidos, naciones que viven un histórico proceso de reconciliación, en mucho gracias a la relevante intercesión papal. Fresco, asertivo y profundo fue también su paso por África para poner en la mirada del mundo las realidades de Kenia, Uganda y la República Centroafricana.
Muy grande es la expectativa de su visita a tierras mexicanas. Políticos y gobernantes se aprestan para sacar ventaja convenenciera, más allá de protagonismos y fotos protocolarias, sabedores de que Francisco puede hablarnos en nuestra lengua frente a millones que comparten el fervor por la Virgen del Tepeyac en pleno Año de la Misericordia. Nuestra clase política, siempre apresurada y sin tiempo para la reflexión profunda, será incapaz de valorar la verdadera trascendencia de la visita.
El pontífice, observador, crítico y comprometido con la humanidad, arribará a un México que mantiene abiertas y punzantes terribles heridas incurables de desigualdad, injusticia, violencia, sufrimiento, pobreza, corrupción y sobrada indiferencia social. Francisco, en su reciente encuentro con los presos de la correccional Curran-Fromhold de Filadelfia, afirmó: una sociedad que desestima los dolores de sus integrantes, que los asume como algo normal, “es una sociedad que está condenada a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir”.
Somos incapaces de ver nuestra propia cara, incapaces de corregir y encontrar la cura para tales heridas. Los católicos mexicanos y muchísimos seguidores de este carismático líder social confirmaremos que su visita no será solamente un evento religioso. Este importante personaje es uno de los pocos y verdaderos líderes mundiales que, como el dalái lama, analizan, cuestionan, proponen y sacuden. Con la misma convicción con la que Francisco consuela a desamparados o pide perdón por los males de su Iglesia, se planta ante líderes de otras religiones, congresistas, jefes de Estado y de gobierno. Basta recordar que en la inédita asistencia de un pontífice al Congreso de Estados Unidos les recordó a todos que “un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios”.
¿Qué esperar de Jorge Mario Bergoglio en México? Una oportunidad única para confirmar si nuestros gobernantes están a la altura de las circunstancias en favor de la urgente honestidad, el respeto a los derechos humanos y al equilibrio ecológico, la integridad de los migrantes, el desarrollo incluyente, la gobernanza, la seguridad y la paz.
UN PAPA SCOUT
Robert Baden-Powell, el polifacético líder y militar británico que fundó el Movimiento Scout, solía decir que el scout deja el mundo mejor de como lo encontró. Una buena práctica es escuchar con atención a los auténticos líderes mundiales, hacer el esfuerzo por comprender sus poderosos mensajes. El aferrarse al egoísmos no es opción.