Entre las cartas que se juegan para la elección presidencial, hay una que se baraja aparte. La de un personaje que no milita en ningún partido y, sin embargo, ha sido actor crucial en los dos gobiernos de la alternancia. Nos referimos a José Antonio Meade, quien tiene interesantes talentos y un estilo muy propio. Este abogado y economista actúa como publirrelacionista profesional; con influencia en los círculos del PRI, lo mismo que entre gobernadores, empresarios, banqueros, legisladores, militares, clérigos, representantes internacionales y líderes de organizaciones civiles.
También es apreciado por algunos miembros del PAN, sobre todo del ala rebelde como Roberto Gil y Ernesto Cordero, y hasta por uno que otro perredista y exprerredista. Incluso AMLO lo empieza a vaticinar como un serio rival político.
Además de tener experiencia inédita en la administración federal, con cinco nombramientos como secretario de Estado (dos en Hacienda) en menos de siete años, Meade tiene un motor que explica buena parte de su fuerza: un equipo de colaboradores altamente preparados y en total movimiento sincronizado. En la raíz está su compacto grupo de juventud universitaria encabezado por el estratega y canciller Luis Videgaray, su incansable jefe de oficina Abraham Zamora, además de Julio Guerrero y el senador veracruzano José Yunes.
A ellos se suman otros funcionarios como Vanessa Rubio, primera mujer en ocupar el cargo de subsecretaria en la SHCP, Eduardo del Río su eficiente secretario particular, José Antonio González Anaya acreditado genio financiero, Mikel Arriola leal administrador, y otros ITAM como Juan Manuel Valle Pereña (Diconsa), Osvaldo Santín (SAT), Jaime González Aguadé (CNBV) con quien, dicen, jugaba en la adolescencia a ser presidente, Javier García Bejos (Subsecretario de Sedesol), entre otros muchos.
Mención especial merece el priista José Ramón Martel, principal impulsor del retiro de candados estatutarios en el PRI para la candidatura a la presidencia de la república. Martel fue asesor de Meade en la Sedesol y todo indica que mucho ha tenido que ver en su ascendente posicionamiento de cara al 2018.
JUGADA MAESTRA
Este dream team sabe que en la actual coyuntura nacional está en juego la sobrevivencia del sistema que los impulsa y en riesgo de evaporización muchas de sus instituciones. Como afirma Carles Ramió, las Administraciones Públicas están en horas bajas por la impotencia de la política para resolver gran parte de los problemas y retos ciudadanos.
Ciertamente el poder político en México está obsoleto. Gobiernos, gobernantes y congresos están paralizados por su única preocupación: lograr participar y colarse con el ganador en la elección presidencial 2018. Son muy pocos los líderes que se están reinventando con modelos conceptuales y ejecutivos propios del siglo XIX. Muy pocos jefes políticos podrán integrar equipos profesionales, exigiéndoles que se coloquen como intermediarios entre una sociedad heterogénea y el necesario bien común, eliminando cada vez más a los retrógradas políticos tradicionales y desmedidamente corruptos.
La baraja política se sigue acomodando, pero ante una ciudadanía que está despertando de su cruda realidad y que ya no está dispuesta a seguir tolerando descaradas manipulaciones electorales, como lo fueron las pésimas experiencias del Estado de México y Coahuila.
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