El mundo de hoy avanza hacia adelante, con la mirada puesta en el retrovisor. En su intento por superar conflictos del pasado, está regresando a ellos de manera cíclica.
La Europa reciente, impulsada por procesos de unificación y globalización, ha marcado la agenda internacional pero, simultáneamente, es paralizada por su ADN histórico; ese que advertimos, por ejemplo, en la poderosa obra de Timur Vermes: Ha vuelto, cautivadora de millones de alemanes desde su publicación en el 2012 y traducida a más de 40 idiomas.
Escalofriantes desafíos ante la migración y las demandas de las minorías. El europatriotismo intenta convivir con nuevos nacionalismos que alimentan movimientos separatistas (Escocia, Cataluña, Flandes, Véneto) y con propuestas partidistas que, lo mismo desde la derecha que desde la izquierda, reivindican la primacía y supremacía nacional, como Podemos en España, el Frente Nacional en Francia y Syriza en Grecia.
Fenómenos similares se erigen en América, con vientos separatistas en Quebec, Canadá, y en Estados Unidos con el rampante ascenso de Donald Trump y su discurso nacionalista en favor de la raza blanca aria y anglosajona, con sentimientos de superioridad y pertenencia a un proyecto “nacional”, como el de las peores épocas de la historia mundial.
Trump, en rechazo a la diversidad o heterogeneidad, está encendiendo, a su vez, la mecha de otros nacionalismos, entre ellos el mexicano. Sin embargo, la irritación generalizada de México contra la amenaza de un muro o contra las injurias a sus migrantes, no conforma nación, no crea identidad nacional y no erige algún renovado nacionalismo mexicano, como tampoco lo hacen los brindis con tequila, los cantos de mariachi, los sombreros de charro, las porras pro-Selección nacional, Cantinflas ni Chespirito o la aletargada solidaridad activada sólo en desastres naturales.
La historia del México independiente dio identidad al patriotismo criollo y pretendió la unificación en torno a la virgen de Guadalupe; esfuerzos que no se consolidaron en el siglo XIX, surgiendo constantes guerras y la pérdida de territorio. Los conceptos de Estado y nación tomaron forma con el triunfo de la Reforma con Juárez y algunos valores entonces nacionalistas consiguieron reafirmarse en el siglo pasado principalmente por medio de expresiones políticas, institucionales y artísticas posrevolucionarias.
¿Qué pasa hoy? Los habitantes de México extraviaron el mexicanismo, no tienen voluntad unificadora y no tienen identidad nacional, sobre todo los más jóvenes. Para colmo, la clase política y gobernante persiste en traicionar todo y a todos, no da señal de compromiso, no sabe identificar, comunicar, ejemplificar, transmitir, ni enseñar un nacionalismo. Nada garantiza congruencia, unidad ni sentido de pertenencia, ni siquiera la bandera, la letra del himno nacional o del México lindo y querido.
México sin alma
Dice Fernando Vizcaíno (en El nacionalismo mexicano en los tiempos de la globalización y el multiculturalismo) que la pérdida de interés hacia el nacionalismo podría ser efecto de la merma de las capacidades del Estado y de la transferencia de una parte de sus actividades a la sociedad civil y a la comunidad internacional.
El México visceral, corrupto y fanfarrón sólo favorece a nacionalismos torcidos con populismo, autoritarismo, totalitarismo y fanatismo. ¿Existe un legítimo nacionalismo mexicano?