Son los ciudadanos de la ciudad de México quienes dan vida a la decisión de determinarse políticamente de un modo autónomo, para ser jurídicamente iguales a sus conciudadanos de los estados del país. No quieren permanecer cruzados de brazos y observar el juego de fuerzas que pretenden negar o boicotear la anunciada reforma política del Distrito Federal.
El incumplimiento de acuerdos y los golpes bajos en el Senado de la República volvieron a empantanar la esperanza, dejando, por segundo año consecutivo, vestidos y alborotados a millones de capitalinos que desean verse beneficiados por una Constitución Política propia, a fin de dar plena definición jurídica a la procuración de justicia y seguridad pública, contar con mejores mecanismos para supervisar a sus delegaciones, además de autonomía financiera y capitalidad.
En una acción desesperada, los panistas decidieron romper el quórum para evitar lo que llamaron un “mayoriteo” perredista a favor de los intereses del jefe de Gobierno. Más de la mitad de los senadores se ausentaron de la última sesión del periodo en curso y mandaron dicha reforma a la lista de los propósitos de año nuevo.
Miguel Ángel Mancera previamente destacó el interés general por sacar adelante la iniciativa: “Las voces de la academia, del Senado, de la Cámara de Diputados, de los grupos parlamentarios y de las fuerzas políticas de este país, nos llevan a decir que hay un consenso”. Más aún, minutos antes de concluir la sesión en la que se votaría esta iniciativa de reforma constitucional, en una conferencia conjunta, el presidente del Senado y coordinador del PRD, Miguel Barbosa, aseguró que habría reforma capitalina.
La del quórum roto fue a todas luces una jugada inesperada. No era novedad la oposición del PAN ante algunos aspectos como el número de asambleístas o las atribuciones de las delegaciones o alcaldías, pero todo indicaba que ya había acuerdos en los puntos en conflicto. ¿Qué pasó entonces? El PRD argumenta que los panistas introdujeron exigencias adicionales pero los blanquiazules se sacuden culpas diciendo que fueron las presiones de última hora de los propios perredistas las que entramparon la reforma.
Como haya sido, los grandes perdedores siguen siendo los ciudadanos que viven en una ciudad de primera con una situación jurídica de segunda. Es indudable que se perdió una oportunidad importante para avanzar en los derechos y reconocimientos de los capitalinos. Coincidimos, por la envergadura del proyecto, en que no queda más que seguir insistiendo.
RIGOR DE LEY
Ante tantos acontecimientos dolorosos que terminan por devastar el anhelado Estado de Derecho, México expresa un sentimiento muy concreto: ¡Hay que aplicar todo el rigor de la ley! Pero para obstaculizar el avance en los ámbitos político y jurídico, existe una grave perturbación moral: la falta de ética. Si rigor es “severidad escrupulosa”, entonces las autoridades encargadas de cumplir y hacer cumplir las leyes, moralmente adolecen de rigor.
La moral no es algo que dependa del acuerdo, más o menos mayoritario, entre los hombres. La moral se expresa en la buena actitud, la disposición de ánimo, la voluntad valiente y la adhesión personal a la justicia y a la verdad.