El 5 de febrero de 1991, los presidentes de México, Carlos Salinas de Gortari; de Estados Unidos, George Bush, y de Canadá, Brian Mulroney, anunciaban el arranque de las negociaciones (fueron casi 400 reuniones) hacia la integración económica de la región de américa del norte.
Veintiséis años después, con un comercio cuadriplicado (entre 1993 y 2015 pasó de aproximadamente 300 mil millones a 1.14 billones de dólares, aunque sin los aspavientos de antaño) el TLCAN regresa a la mesa de negociación. Es la respuesta al ajuste exigido por el presidente norteamericano, país destino de más de 80 por ciento de las exportaciones mexicanas.
Además de las razones que concede el propio balance del acuerdo internacional, incluidas las cifras inéditas de la industria automotriz, las expectativas puestas en el equipo mexicano son muy altas. El secretario de Economía Ildefonso Guajardo, apoyado por tres funcionarios con más de veinte años de experiencia en la función pública: Kenneth Smith en la negociación técnica, Salvador Behar, jefe de negociación adjunta y el subsecretario de Comercio Exterior, Juan Carlos Baker, tiene claridad de objetivos, consiente de sus límites.
Nuevamente el agro será uno de los temas centrales de la discusión; la arena movediza del Tratado. Por ello, José Calzada Rovirosa, secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) deberá sustentar la estrategia de negociación con la crucial misión de defender y ampliar las oportunidades para los productores mexicanos. El sector agroalimentario es demasiado estratégico, como lo han reconocido el propio Calzada y su homólogo estadounidense, George Sonny Perdue, pues su alto impacto económico y social volverá a ser referente para otros sectores.
Desde la firma del TLCAN, los productores nacionales han aumentado su participación en el mercado agrícola de la Unión Americana de 13.7% a 19.9%, superando a Canadá y a la Unión Europea, convirtiendo a México en el principal proveedor de alimentos de Estados Unidos, particularmente de frutas, hortalizas, azúcar, bebidas y fibras.
Habrá que estar muy atentos en esta renegociación que abrirá el debate en asuntos cruciales como sistemas y procesos, agilización fronteriza, homologación de criterios de sanidad, aranceles y trato preferencial en ciertos productos. Nuestros representantes pondrán a prueba su capacidad para construir una relación mucho más ambiciosa y provechosa, acorde con el siglo XXI, a sabiendas que el desarrollo prometido por el TLC aún no es visible.
Al mal tiempo, buena cara. México terminará descubriendo que tampoco le convenía la apuesta al gatopardismo del TLCAN.
¿WIN – WIN?
Desde la primera ronda, a realizarse del 16 al 20 de agosto en Washington, los negociadores tendrán que desempacar de su maleta tácticas objetivas y propuestas viables. México no debe perder la oportunidad para adaptar, modernizar y refinar este tratado, el cual sentó precedentes en el mundo, alentando a nuestro país a firmar tratados de libre comercio, a su vez, con otros 44 países.
Las discusiones serán ríspidas, pero podrán fijar las bases para renovar la confianza recíprocamente perdida. Lograr el mayor comercio posible, con el mínimo desgaste, hará que la práctica en las negociaciones constituya una nueva teoría multinacional.
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