El proceso electoral de Estados Unidos ha concentrado, como pocas veces, atención, preocupación de votantes, líderes mundiales, medios de comunicación, opinión pública global e interesados en el futuro de la política y la economía mundiales.
Pocos imaginaban que las ideas expresadas por el empresario y figura del entretenimiento televisivo Donald Trump lo llevarían a perfilarse como el virtual triunfador entre los precandidatos republicanos, dejando en el camino lo mismo a políticos con experiencia y recursos, que a aspirantes sin mayor trayectoria partidaria.
Su fenómeno mediático y político, basado en escarnio, polarización, nacionalismo radical, estereotipos racistas, xenofobia, descalificaciones y argumentos incendiarios, encontró eco en muchos sectores de la sociedad norteamericana, el cual es avivado por el impulso de las grandes cadenas de televisión, como amplificadores de una situación inédita en su vida democrática.
Pese al perfil de conservadurismo en la trayectoria del Partido Republicano, éste ha abanderado importantes conquistas históricas, como la abolición de la esclavitud en otras épocas, y reivindicado relevantes debates sociales y económicos en aquel país. Pero esto no tiene nada que ver con regresar la grandeza a Estados Unidos, como promete el lema de campaña de Trump, articulado con argumentos y cuestionamientos disruptivos.
¿Cómo relegar a China en el sistema internacional? ¿Cómo recuperar los niveles de productividad de la economía norteamericana? ¿Cómo establecer nuevos parámetros de defensa en el mundo para combatir al terrorismo? ¿Cómo regresar a millones de inmigrantes a sus lugares de origen?
Es en este contexto donde se ubica el débil horizonte del presente y futuro de México, aunque con un diagnóstico limitado y convertido simplemente en una línea de la agenda Trump. Sin embargo, pese a las valoraciones simplistas, los políticos mexicanos parecen no estar a la altura ni capacitados para anticiparse a los efectos de la elección norteamericana.
Gane o pierda Trump, los efectos dañinos están ahí, en la parte más sensible de la epidermis social, que se refuerza por la constante referencia televisiva al magnate inmobiliario derivado en político. Así opera esta suerte de populismo neoconservador, que identifica lo marginal como saldo de una mala administración, y desplaza lo racional de los temas esenciales para dejar sólo lo controversial e irracional, sin aspirar a solución alguna.
Dilema republicano
La dirigencia del Partido Republicano enfrenta el dilema de mantener los exabruptos de Trump a costa de sacrificar los principios del partido y sostenerlo como su abanderado, con el apoyo de un gran número de delegados y sin rival. Será en julio próximo cuando la Convención Nacional Republicana de Cleveland, Ohio, confirme si Trump será su contendiente frente al Partido Demócrata en el proceso electoral norteamericano hacia las votaciones presidenciales del martes 8 de noviembre.
Hasta hoy, Donald Trump es un precandidato. Por eso resulta increíble que varios actores de la política mexicana se sumen a las palabrerías y al torbellino de confrontar su actuar y proceder. Sin dejar de reconocer los peligros para México, es momento de dimensionarlo en su justa proporción, pues estas reacciones aisladas de ciertos mexicanos no sólo alimentan el fenómeno Trump sino que lo amplifican.
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