Una reflexión sobre la contaminación por ruido y los vecinos tóxicos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que, por su rango de impacto, la contaminación acústica es una de las principales causas de enfermedad que produce pérdida de la audición, alteraciones en la conducta, la memoria y la atención mental, además de daño a los ecosistemas.

Continúan incansablemente apareciendo hechos, quejas, situaciones y noticias que alertan sobre el terrible impacto a la salud por “el ruido”. Esa contaminación acústica es como el aire, está en todos lados. Nadie se escapa. En consecuencia, múltiples enfermedades se agravan por los sonidos excesivos y ensordecedores provocando deterioro a la calidad de vida. El problema quizá es irreversible. Y a muy pocos importa buscar soluciones. Incluso, las autoridades de todos los niveles de gobierno al parecer no hacen nada al respecto o están rebasadas ante los conflictos sociales.

Indudablemente, en la vida cotidiana, sea en colonias, vecindades, condominios, fraccionamientos, barrios o comunidades, las personas están constantemente expuestas al ruido, de muy diversas formas e innumerables fuentes sonoras. Por ejemplo, el ruido provocado por los vecinos prepotentes, abusivos, dominantes, incivilizados, despóticos, irreverentes o adictos al exceso, esos que viven sin medida ni mesura y sin respeto alguno por los demás o por lo que los rodea. Por otra parte, están la caótica movilidad vehicular y la actividad industrial, así como el ensordecedor ruido de las grandes urbes, incluyendo concretamente en la Ciudad de México, el ruido enfermizo provocado por el sobrevuelo a muy baja altura de los incansables aviones comerciales, entre otras muchísimas causas ensordecedoras. Ese ruido perturbador es un tipo de contaminación que causa daños fisiológicos y psicosomáticos, muchas veces irreversibles, en agravio de la salud de los honestos habitantes.

A nivel legal, la Ciudad de México y los estados de la República Mexicana tienen “leyes de cultura cívica” a través de las cuales está prohibido producir o causar ruidos por cualquier medio que notoriamente atenten contra la tranquilidad de los ciudadanos o represente un posible riesgo a la salud. Sin embargo, estas leyes suelen ser letra muerta e inaplicables. Lo cierto es que la toxicidad de muchos genera el ruido que quieren, cuando quieren y como pueden, según su gusto, necesidad y conveniencia incívicas.

Así, resulta irónico que existan en el mercado artículos comerciales y accesibles consistentes en instrumentos de medición de ruido, sensores inteligentes de alta precisión o medidores digitales de nivel de ruido o de decibelios, también denominados “sonómetros”, cuyo precio varía desde los 500 a los 2,000 pesos mexicanos; dispositivos muy fácil de usar.

Es un hecho que la humanidad padece, en menor o mayor grado, un infatigable ruido mental por diversas razones, gracias a los aparatos tecnológicos, móviles y la excesiva data o información circulante que permanentemente apabulla al cerebro humano. A esa enorme cantidad y calidad de pensamientos hay que sumarle la disfuncional adicción de quiénes escuchan música o televisión con altísimo volumen. No nos referimos a los que ocasionalmente y de buena fe exteriorizan un sentimiento de alegoría o jolgorio al realizar un agradable festejo o evento de entretenimiento. Tampoco a los legítimos conciertos musicales presentados o exhibidos en lugares e instalaciones creadas exprofeso para esos elevados niveles de sonido. Nos referimos a las personas que pueden calificarse de tóxicas, quiénes adoptan actitudes desquiciantes en su cotidianeidad al no saberse medir ni mesurarse para vivir o convivir en comunidad y, quiénes, por lo tanto, terminan siempre perturbando la paz y la tranquilidad de los demás o de las personas que guardan vecindad con ellos.

Tal contaminación auditiva genera, cada vez más, ciudadanos molestos, irascibles, estresados o con terrible ansiedad, quienes son víctimas de alteración por causas ajenas a ellos mismos. Tales niveles de ruido excesivo en diversos lugares y situaciones son más propensos en las zonas urbanas o habitacionales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que, por su rango de impacto, la contaminación acústica es una de las principales causas de enfermedad que produce pérdida de la audición, alteraciones en la conducta, la memoria y la atención mental, además de daño a los ecosistemas.

El propio Gobierno de México ha señalado que las secuelas del ruido son tan devastadoras para el ser humano y tan variadas y numerosas las fuentes que lo generan, que se han fijado dos fechas para promover la conciencia sobre los perjuicios que ocasiona el “contaminante invisible cuando alcanza un nivel superior a 70 dB”, límite establecido por la OMS. Esas fechas son el “12 de junio”, Día Mundial de la Descontaminación Acústica, admitido por el organismo internacional de Salud y, recientemente, el último miércoles de abril, Día Internacional de la Conciencia sobre el Problema del Ruido que conmemoran México y otros países.

Constantes informes de la OMS advierten que “la incivilización del ruido atenta contra la salud”, y aunque el exceso de sonido que altera las condiciones normales del medio ambiente en una determinada zona no es acumulable ni se traslada, repercute gravemente en la calidad de vida de las personas si no se controla de forma adecuada. Este problema debería ser atendido por los distintos niveles de gobierno, pero hay experiencia suficiente para demostrar que, lamentablemente, los tóxicos ciudadanos (contaminadores acústicos) suelen quedar en la más absoluta impunidad ante los ojos de las propias autoridades.

TODOS LOS DÍAS HAY CONTAMINACIÓN ACÚSTICA

El próximo 12 de junio, como cada año, se decretó el día mundial de la descontaminación acústica. Que sin duda pasará otra vez inadvertido y no generará conciencia colectiva alguna sobre el problema del ruido, ni provocará acciones efectivas en los distintos ámbitos de gobierno como para mitigar o remediar dicha contaminación. El exceso de ruido causada por los tóxicos ciudadanos, industrias u operadores de servicios urbanos seguirá causando enfermiza sonoridad, sea permanente u ocasional. Por lo tanto, el agravio seguirá en lo general y en lo particular.

Por su parte, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha reconocido que “la contaminación acústica es un problema ambiental importante con cada vez mayor presencia en la sociedad moderna, debido al desarrollo de actividades industriales, comerciales y de servicios que constituyen fuentes tanto fijas como móviles que generan diferentes tipos de ruido que, de acuerdo a su intensidad, frecuencia y tiempo de exposición, repercuten no sólo en los seres humanos sino en todos los seres vivos que conforman los ecosistemas en los que se encuentra inmersa la población humana”. Pero ¿dónde están los esfuerzos y acciones concretas de los gobiernos federal, estatales y municipales o de las alcaldías, respectivamente, en la materia de sonoridad?

También se ha reconocido que la industria de la construcción, el tránsito vehicular, el comercio ambulante, los centros de diversión, los tóxicos ruidosos ciudadanos, y ahora los peligrosos e infinitos sobrevuelos de aviones con severa resonancia acústica en la Ciudad de México, entre otros muchos factores, son algunas de las graves fuentes de contaminación acústica. Siendo las ciudades los espacios más afectados porque concentran la mayor cantidad de población expuesta a niveles de ruido intenso que originan estrés, pérdida de la audición, efectos vegetativos, alteración del ritmo cardiaco y del sistema periférico; efectos psicológicos como trastornos del sueño, el comportamiento, la memoria y la atención, y además, afecciones en el embarazo, entre otras.

LÍMITES MÁXIMOS DE RUIDO PERMISIBLES

En 2013, la Semarnat y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios acordaron modificar el numeral 5.4 de la Norma Oficial Mexicana NOM-081-SEMARNAT-1994 para establecer los límites máximos permisibles de emisión de ruido de las fuentes fijas por zonas y horarios recomendados por la OMS. Tales límites máximos permisibles del nivel sonoro en ponderación “A” emitidos por fuentes fijas, son los establecidos en la siguiente Tabla:

ZONA HORARIO LÍMITE MÁXIMO
PERMISIBLE dB (A)
Residencial “1” (exteriores) 6:00 a 22:00 22:00 a 6:00 55 50
Industriales y comerciales 6:00 a 22:00 22:00 a 6:00 68 65
Escuelas (áreas exteriores de juego) Durante el juego 55
Ceremonias, festivales y eventos de entretenimiento. 4 horas 100

Por residencial “1” se entiende la vivienda habitacional unifamiliar y plurifamiliar; vivienda habitacional con comercio en planta baja; vivienda habitacional mixta; vivienda habitacional con oficinas; centros de barrio y zonas de servicios educativos.

La OMS considera que “los niveles de exposición al sonido de una persona humana no deben nunca superar los 70 decibeles”, ya que el oído humano puede tolerar y asimilar ese nivel de sonido sin ser dañado de manera temporal o permanente, pero cualquier sonido por arriba de ese volumen sonoro es peligroso y posiblemente genere algún tipo de lesión a la persona, especialmente si es expuesta al sonido de manera constante. Advierte también que cuando una persona sufre la exposición repentina a un sonido muy alto y agudo, como los fuegos artificiales, puede perder la audición de manera temporal. Así, guardando razonable comparación, existen ciudadanos tóxicos que con “sus actividades particulares nocivas” generan ruido a sus vecinos por niveles superiores a los 70 decibeles. Ahora imagínense los niveles de sonido por el sobrevuelo de los aviones en la Ciudad de México en ciertas zonas.

Exijamos que las autoridades cumplan con su deber, haciendo valer el reconocimiento de que el ruido, contaminante invisible que produce efectos negativos en el ser humano, constituye también un grave problema medioambiental y social, por lo que combatirlo implica asumir una actitud de respeto a los demás y a nuestro entorno, y corregirlo demanda emprender acciones individuales y colectivas para mitigar o remediar el ruido que generan prepotentemente muchos agentes sociales.

ENFERMEDAD EN AUMENTO

Los expertos coinciden que en diferentes zonas de la Ciudad de México se excede constante o permanentemente el límite superior deseable que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Las autoridades encargadas de salvaguardar la cultura cívica deben aplicar rigurosamente la normativa de control de ruido. Recordemos que el artículo 4 de la Constitución Mexicana consagra el derecho de toda persona humana a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar; mandato constitucional que implica la protección del conjunto de elementos naturales y artificiales o inducidos por el hombre que hacen posible la existencia y desarrollo de los seres humanos y demás organismos vivos que interactúan en un espacio y tiempo determinados. Pero ¿en realidad existe “bienestar auditivo” para los habitantes?

Las enseñanzas del antiguo filósofo Séneca sobre la elocuencia del silencio, nos cuestionan: ¿Quieres saber lo que verdaderamente necesitas? Pregúntaselo al silencio. Con independencia de ello, lo más necesario para la ciudadanía, además de su seguridad e integridad personales, es lograr niveles de paz y tranquilidad en lo social. No permitamos que la nociva realidad se imponga ni se normalice para provocar todo lo contrario…


Fuente: Forbes México – Lee aquí el artículo original